sábado, 30 de diciembre de 2017

Miscelánea 2017













I

Nada que decir, huyen las miradas.
Ni el grato recuerdo de lo que fue es capaz de alimentar un nuevo fuego.
Se alejaron las luciérnagas para no volver.
Algún espíritu oculto pende aún sobre el invierno, caen las hojas y la niebla se estrella contra la realidad.
Panaceas cóncavas piden su sitio, pero en el infierno ya no cabe nada más; han cubierto el cupo.

5 de enero de 2017


II

Un día, abandonada al libre albedrío de las olas de la conciencia, detendré mi mente, mi espacio, mi tiempo, y te encontraré esperándome sin más vestido que tu pasión.
Y entonces te abrazaré como si hacerlo fuera lo único que tuviera sentido y, así, enlazados, destruiremos cualquier duda o remordimiento, y nos fundiremos en un beso eterno como si la espera nos hubiera alimentado para siempre.

15 de enero de 2017


III

Y al fin, el amante descubrió entre las sábanas las cenizas de mil colores de las alas de una mariposa. Mientras intentaba recordar qué es lo que había pasado, su corazón intentaba parpadear. Se paraba y se encendía como un interruptor. Le faltaba el aliento mientras se encogían sus ganas de llorar; en realidad la mariposa no había muerto, había pasado a mejor vida, sus alas aleteaban en otra dimensión. Lo que no pudo el amor lo pudo el fuego.

30 de marzo de 2017


IV

Si nos ayudamos, en este invierno de nubes opacas intentando fundirse en claroscuros, llegará la primavera hundiéndose en mares de pétalos de un rojizo indecente,
y como quien no quiere la cosa convertirá en lodo el beso de los amantes, y ese lodo nos devolverá una luna más brillante, iluminando una figura frágil; la de una pareja haciendo el amor dulcemente como si nada pudiera poner fin al placer, ni las dudas, ni el desinterés, ni el desasosiego. Ni nada ni nadie quebrará ese deseo. Lo llaman amor, pero es vida.

3 de abril de 2017


V

Perfidia, el gozo sin alambre, insulso, dos huellas y tres presentimientos, sucumbo a esta inundación de desconcierto; creo que me desintegro.

Duda en el requiebro.

24 de abril de 2017


VI

Y crezco sin permiso de hondonadas vacilantes
Aquellas que cubre el destino
Las que sumerge un solo adiós.
Instauro la pena perpetua y me quedo en la orilla de esta mañana, desmantelada y poderosa,
Mil cuervos aguardan con los pétalos de la ira crujiendo y con los cimientos del desprecio entrelazándose, en una danza desfavorable, en una caída sin fin.
El trapecio se balancea con lentitud.

25 de abril de 2017


VII

Como en un llanto imperceptible, discrepo en mil batallas, mis
contradicciones son miles, mueren en mí y en mí nacen.
Esta lucha insoportable no se agota, me devora, el fin justifica los medios sólo a veces, no ahora, cuando ruge el convento lleno de monjas que dicen: sé fiel, no protestes.
Muerta en vida vivo sin muerte, oigo, camino, difumino esperanzas y me repliego ante la duda.
Esta clarividencia tan insensata me agrede.
No hay puertas suficientes para huir de la locura.

25 de abril de 2017


VIII

Un corazón no puede estar hecho jirones, no me convence.
Si acaso puede estar apaleado o maltratado, confundido, desordenado, pero nunca atrapado por la autodestrucción.
Un corazón no deja de latir sin más.
Deja de hacerlo cuando toca, eso es todo.


25 de abril de 2017


IX

Suelo levantar expectativas, me entusiasmo como un niño, me entrego, me coloco en el punto de mira, me miento.
Pero luego me sublevo, me retiro, me asusto, me rebelo. Me enfrío.
Me largo. Me vuelvo esquivo. Desaparezco.

25 de abril de 2017




Eres un planeta desconocido, allá donde se sumergen  los lirios, y el cielo se abandona dejándose roer entre huracanes; las gotas de bruma oscurecen los párpados de los pájaros.
Tu mundo y mi mundo divergen,
En el ensueño de esta madrugada confundo la fantasía con esta fanática necesidad de amarte.
Mi planeta y tu planeta ni se tocan, ni se encuentran.

26 de abril de 2017


XI

Más que asustada, mi peso se bifurca. Temo a las réplicas, insisto en mantener este pudor, en desarrollarme como una sirena, sin alas y sin piernas, perdida en esta tierra ignota paciente y valiente en sus usos y costumbres, acomplejada, vetusta.
Los insultos me hieren, el momento de emerger, el de reconocerse como una criatura sin futuro.
Falsa es la comprensión, inexistente la empatía. Pudimos haber sido uno solo pero insistimos en bañarnos en este afán de sumergimiento,  que solo nos condena al lamento, a la desaparición.

26 de abril de 2017


XII

La memoria improbable de las pequeñas cosas,
El rastro invisible del juego de pelota.
Sentir vuestros cuerpecitos de madrugada
Cuando os acercáis a mi cama
Pasáis brazos y piernas encima de mí.
Sois mi prolongación, mis manos, mis ojos, mis pensamientos.
Os descubro y me descubro.
Sois mi existir, y ahora mismo, no hay nada más placentero que abrazaros.

27 de abril de 2017


XIII

Es normal ser impreciso, titubear. Acogerse al beneficio de la duda si es que la duda tuvo alguna vez algún beneficio.
Es normal darse la vuelta si no hay convencimiento.
Si el amor no es sincero.
Si no puede con todo.
Resulta habitual regodearse en los miedos,
permanecer en silencio cada vez que hay delante algo impropio, poco perfecto.
Suele ser usual confirmar que sin placer también se vive, que uno solo se basta y se sobra, que el amor en realidad no existe, que incluso Dios nos abandona.
Todo es pura invención.

27 de abril de 2017


XIV

Las derrotas ahuecan aún más el agujero del alma.
Aquel que te traga cuando te marchas.
El que no deja rastro de ti.

27 de abril de  2017


XV

No saber
Si el espanto está cerca o lejos
Si el grito de la mañana acaba por apagarse
Si el miedo es una elección
Si son una lección las lágrimas
Lejos de acongojarte
Sigues adelante pese al desconsuelo
No hay nada que te salve
No hay nada que nos salve de esta tristeza tozuda, desesperante

1 de mayo de 2017


XVI

Mañana, antes de que despiertes, habrás olvidado cualquier signo, cualquier recuerdo, cualquier huella. Te habrás dejado succionar por el olvido, y nada de lo sabido, nada de lo vivido, valdrán nada.


1 de mayo de 2017


XVII

Hemos flotado en pensamientos cuyos dueños se esfumaron, vívidos y perpetuos.
Nos dejaron ideas yermas para que florecieran de nuevo, y no saben el vacío que provocaron, no lo saben.
Fueron esos dueños del pensamiento, esos primeros filósofos, los que se dejaron acongojar por dudas que aún nos acongojan, y humildes, nos legaron dilemas en los que nos hundimos como se hunden los pies en el barro.
No hay batalla más perpetua ni laberinto más intrincado, quiénes somos, adónde vamos, y finalmente, vale la pena?

2 de mayo de 2017



XVIII

Cierras tu casa aunque esté vacía, no hay nadie en la puerta, nadie llama. Misterios incluso más insondables que el miedo quemaron la entrada, y quedó yerma. No hay nadie que quiera darte la mano, sentir tu cuerpo en un abrazo, soltarte un beso entre los labios. No hay nadie que remueva tu corazón herido; te lo tengo dicho, la sensación va y vuelve, como la marea. Esa obstinada tentación de creerse perfecto, de ser el mejor, el más bueno, se está riendo por dentro. Cubres tu resignada presencia con una manta. Cae el invierno. Y, aún así, es primavera.

31 de mayo de 2017


XIX

Te dije que volveríamos a cobijarnos en cualquier sitio, que dormiríamos sin el ruido de los planes incumplidos, que nos abrazaríamos en el quicio de esta mañana. Te dije que hundiríamos penas y remordimientos, que quitaríamos del mismo cielo las nubes de la tormenta, que cubriríamos la luna de nuestras miserias, que bailaríamos cualquier canción mientras fuera nuestra. 
Te dije que el amor no existía.
No me creíste.

10 de septiembre de 2017

XX

Basta permanecer, con una única salvedad: los viles juicios del denostado infierno interior. Finjo que tengo alguna opción en la partida, pero lo prometo; será la última vez.

10 de septiembre de 2017

XXI

No hay arma más poderosa en este mundo que el infierno interior.

10 de septiembre de 2017


XXII

Y un beso. 
Y la verdad amarga del desvelo. 
Y esta ruta empedrada, y la congoja reclamando aire, 
y viento, y lluvia. 
Y el vencer sin lucha. 
Y el valer sin precio. 
Y permanecer, sin derrota, sin falsedades. 
Le escondo mi rostro al invierno, le reclamo un gramo de verdad. 
El frío en la cara. 
La certeza amarga. 
La ciénaga escondida, la de las victorias. 
La del infinito. 
Allí donde cada uno busca su sitio.

9 de octubre de 2017


XXIII


En este estadio me siento pequeño, como un ente invertebrado, fuera juicios, conclusiones, fuera aspavientos, deconstrucciones. Todos saben, todos hablan, todos poseen una verdad incontestable y hay quienes, a oscuras, se refriegan  las manos porque todo va sobre lo previsto.
Lo previsto es lo de siempre. 
Siempre ganan los mismos. 
Siempre ganan los mismos.

15 de octubre de 2017


XXIV
Hay un amago de época convulsa, luces de normalidad, y de nuevo el cambio cautivado por el olvido, y la esperanza secuestrada, y el gemido de un niño. Le oculto a mis lobeznos que nada es brisa, que todo es viento, que huyamos adonde huyamos nos siguen los mil tormentos, los de quienes viven con vacío y desamor, los de quienes olvidan lo puro, lo frágil de un respiro. 
Le paso mi armadura a un niño y ésta centellea, doy un paso de pobre y otro de rico, y no soy nadie, mi destino es ignoto y el deseo es impío. No busco permanecer, sólo la impronta, y no es tan fácil... ¿Qué elijo? 

29 de noviembre de 2017


XXV
Duele la sinrazón quejosa.
Hay un lago. 
Demasiado tarde para intentarlo, el oleaje es espeso y las piernas, no responden.
Huyo y en mi huida conjuro a los Dioses, imbatibles, disconformes.

19 de diciembre de 2017


Nota: Esta entrada tuvo una primera parte que recogía algunos pensamientos y escritos (no me atrevería a llamarlos poemas) anotados en el bloc de notas del móvil durante el primer semestre del año. Pasados seis meses más ahí van unos cuantos escritos nuevos, que añado.






martes, 26 de diciembre de 2017

Nacimiento (con dolor)







La imagen que ilustra este texto es una de esas estampas más o menos virales que nos recuerdan que estamos en Navidad. Su autora es la fotógrafa británica Natalie Lennard, y la imagen representa el nacimiento de quienes ustedes y yo sabemos, el hijo de Dios hecho carne y hueso. El suyo es, probablemente, el nacimiento más representado de la historia de la humanidad, y sin embargo, nunca antes nos habíamos hecho una idea tan exacta de cómo pudo ser, en realidad, la llegada a este mundo de Jesús de Nazaret.

Hay una señora que ha ido a un colegio del Opus Dei que ha escrito un artículo en el que sostiene (en un tono pretendidamente de guasa, pero que no hace demasiada gracia)  que Lennard "ha metido la pata hasta el rejo" ya que María no sólo fue concebida por obra y gracia del Espíritu Santo (ese desdoblamiento tan poco empírico de nuestro reivindicado Creador), sino que además parió sin dolor y que, para acabarlo de complicar, tras hacerlo continuó siendo virgen. Pues menuda suerte la suya.

Ese "regalito" pudo ser quizá un acto de compasión del Dios Todopoderoso, anticipándose a los sufrimientos y penurias de María, que no sólo pudo ser tachada de adúltera sino que vio morir a su único hijo en la cruz. Pero ese Dios Todopoderoso no siempre ha sido compasivo; si hay que buscar a un culpable, él es el responsable de que las mujeres tengamos que parir con dolor. He aquí una de las traducciones de la maldición que nos lanzó desde el Génesis: " A la mujer le dijo: «Cuando tengas tus hijos, ¡haré que los tengas con muchos dolores! A pesar de todo, desearás tener hijos con tu esposo, y él será quien te domine»." En fin (con frases como ésta entiendo porqué soy atea).
  
A mi esa imagen de María pariendo en el establo me evoca muchas cosas, muchísimas. El primer recuerdo sea quizá el de una película. Una mujer paría a solas detrás de un arbusto, en cuclillas, sin gritar, sólo gimiendo. Colocaba las manos bajo su pubis y así recibía al neonato, ensangrentado. Cortaba con los dientes el cordón umbilical y luego limpiaba a su hijo con las hojas y ramajes que encontraba alrededor. Lo envolvía en un pañuelo y seguía su camino. Supongo, sólo supongo, que antes debía esperar a expulsar la placenta. Que la imagen me pareciera a mí realista no significa que lo fuera.

A veces pienso que me hubiera gustado parir así, de modo salvaje, como los animales. Pero he pasado por eso y bendigo la epidural que me pusieron, la bendigo, aunque también la detesto.

Soy adulta y sé que el dolor del parto no es un castigo divino, sino un peaje que debemos pasar las mujeres a cambio de la posición bípeda. El estrechamiento de la pelvis nos ayuda a caminar bien, pero nos complica el parto, y también la maduración cuando nacemos. Ni siquiera nuestro cráneo puede estar del todo formado para poder atravesar el canal del parto. Todo tiene un sentido, un por qué... incluso esa dolorosas contracciones con las que culminamos hasta nueve meses de experiencias varias (a veces penurias), y una transformación física inaudita, que a veces conlleva secuelas más o menos duraderas.


Tal como ya nos anticipó el Todopoderoso, el embarazo y el parto tienen bien poco de feminista. Hay mujeres a las que encanta o les ha encantado estar embarazadas, pero no me cuento entre ellas. Desde luego no estoy defendiendo el embarazo artificial o la selección de embriones a lo Aldous Huxley en "Un mundo feliz", pero en tiempos modernos como son los nuestros, ambas vivencias son a menudo fuente de inseguridades e inferioridades.

Me voy a centrar, sin embargo, sólo en el parto, ese acto natural que con la entrada en acción de la epidural se ha convertido en uno de los temas más controvertidos de la maternidad. La epidural es en sí misma un milagro, pero todo lo que la rodea es tan cuestionable que muchas mujeres ya llevan un tiempo optando, con resignada devoción, por el parto natural.


Sólo al parir entendí lo que significaba la excesiva medicalización. Renunciar al dolor significa aceptar la oxitocina (la anestesia interrumpe las contracciones, con la oxitocina por vena las recuperas) y te obliga a colocarte las correas para controlar el sufrimiento fetal y qué se yo... todo está muy estudiado y justificado pero ahí estás tú, queriendo moverte, atada a una cama mientras vete tú a saber si tu hija está encontrando el camino hacia el oxígeno o no. La matrona, sin mediar palabra, incluso a veces te rompe las aguas; al final no sabes si aquello es una sala de maternidad o una fábrica de nacimientos en cadena. Eso es así especialmente si se te ocurre parir en luna llena. Tú has llegado ahí tan feliz, con tu plan de parto en la mano, y acabas pariendo, fíjate tú qué casualidad, justo al término de la jornada laboral de tu comadrona, sin haber decidido nada y sin rechistar. Aunque puede que las cosas estén cambiando; se descartan las episiotomías sistemáticas y quién sabe si hay menos césareas. Pero a las mujeres no nos dejan parir de cuclillas sino es en los hospitales de parto respetuoso, y ya no digamos parir en casa, como en otros países, en los que si no hay complicaciones te mandan la comadrona a casa.


Difícil elección. Parir con dolor, con todo lo que eso conlleva de preparación (si quieres minimizarlo) o "pasar por el aro", abandonada a tu suerte y más o menos mejor atendida dependiendo del equipo que te toque (con el riesgo de escuchar comentarios del tipo "pero cómo te puede doler tanto, si sólo has dilatado x centímetros. Al cabo de media hora ya has dilatado entera.) O trasladándote a otro hospital, que no te toca por zona, dónde te han contado que practican el parto respetuoso.

¿Qué pensarán de nuestras tribulaciones las miles de mujeres que mueren al día en el mundo durante el parto? Mujeres que, como María, deben parir en establos, sin garantías. Pero con un parto natural y en cuclillas. ¿No podemos encontrar un punto medio, por Dios? ¿O es demasiado pedir?









jueves, 14 de diciembre de 2017

Cuando el amor romántico no es amor








Escribo estas líneas con la esperanza de que algún día mi hija las lea, mi hijo también, pero especialmente mi hija. Lo hago después de ver una película sobre violencia machista titulada "Indefensa", un retrato muy crudo y bastante fiel de un maltrato continuado durante catorce años. Y lo hago además en la culminación de un año en el que, por diferentes circunstancias y casualidades, me he interesado por entender los ciclos del maltrato y la personalidad de los maltratadores, descubriendo una realidad de la que aún tenemos mucho que aprender y en la que falta muchísimo trabajo de información y prevención. Como en todo, la detección precoz te salva la vida.

Ese interés mío por las relaciones nocivas me ha hecho topar con un término escueto, pero que no hay que perder de vista: "banderas rojas". Si hay alguien que te aleja de tu familia, critica a tus amigos, te retira de los estudios, te recluye en casa y te cambia el vestuario para que no estés demasiado sexy y que los demás no te miren... Hay que huir, correr sin pensarlo y alejarte de esa relación por siempre jamás. La teoría está muy bien y está muy clara, pero en la nebulosa de todas las relaciones personales (sean del tipo que sean) intervienen otros factores como la inseguridad, la inmadurez, la falta de autoestima, la inexperiencia, el miedo a la soledad y sobre todo y por encima de todo, el enamoramiento y el amor. Este último factor no es baladí; altas torres han caído en nombre del amor -la más segura, experta, inteligente y madura de las criaturas-, especialmente si el maltratador utiliza sagazmente sus tácticas: la disonancia cognitiva (hoy te apaleo, mañana muero por ti), la indefensión aprendida, el chantaje emocional, la amenaza (de dañar o quitarte a los hijos, por ejemplo) o el control económico. El símil de la telaraña es muy bueno y es real.

Para llegar a todo eso es absolutamente necesario que alguien te haya echado el lazo, haya creado un vínculo y te haya reclutado, para desplegar más tarde su personalidad más perversa. Ese enganche se llama amor. Y no encuentro otra manera de decirlo de forma suave, pero: el amor romántico ha hecho estragos. Los príncipes azules, el amor para toda la vida, las medias naranjas. No voy a demonizar al amor ni voy a negar su existencia, y menos yo, que me he comportado a ratos como una enamoradiza recalcitrante... Pero sí quiero advertir sobre sus peligros. El discurso del amor es a veces ese árbol que no deja ver el bosque. Un bosque de terror, de infelicidad y de muerte segura.

Lo cierto es que, en temas de amor, cualquier racionalidad está casi siempre fuera de lugar. Ya no sólo hablamos de sentimientos y de emociones, sino de endorfinas, de feniletilamina, de drogas muy potentes que crean una gran adicción. También hablamos de deseo, de sexo; el amor es sin ningún tipo de duda el mayor de los afrodisíacos.

Tenemos pues promesas de felicidad y de compañía eternas, y procesos químicos que intervienen para mantenernos enganchados (procesos que dicho sea de paso no duran siempre, afortunadamente.) En ese contexto se plantan los maltratadores. Como he dicho, intervienen otros muchos factores, pero el simple hecho de pensar de que existe y que además somos merecedores de un amor completo y total, de un amor entregado e incondicional, de una fantasía que al final sólo existe en los cuentos de hadas, no ayuda a esas mujeres heridas a escapar. Eso que parece una certeza da una idea equivocada de utopía, de cambio. En la película mencionada se ve muy claro.

Como antagonista de ese rol de príncipe ardiente y amoroso está la dama sumisa y entregada, agradecida por ese regalo que la salva del desamor. Y si el caballero la pega es porque algo ha hecho mal. Sólo haciendo las cosas mejor merecerá de nuevo su amor. Y así el caballero no sólo la deforma con sus palizas sino que la somete con la culpa. No hay escapatoria. Prevalece el riesgo de ser devorada.

Y en fin, yo que crecí leyendo poemas enormemente románticos, de amor y sobre todo de desamor, y escuchando canciones de corazones rotos, y conviviendo con las historias de mujeres que murieron por amor, fueran ciertas o no (Alfonsina Storni, Violeta Parra, Elis Regina, Marilyn Monroe), y sumergiéndome en Wagner, el más romántico de los románticos (dicen que creía en el amor como redención)... yo, al fin y al cabo, quisiera aprender a educar en otro tipo de amor, en el amor sereno, en el amor sencillo. Aquel que, como decía Vicent Andrés Estellés, no pide demasiadas cosas, sólo un acompañamiento. Aquel que no conoce de monogamias, ni compromisos, aquel sin condiciones, con respeto y aceptación, sin humillaciones.

Neruda, otro de esos románticos referenciales, seguramente un machista y con certeza un polígamo (por lo que he leído no un "polígamo sucesivo" sino un "polígamo simultáneo") escribió algo que leí de adolescente y que aún me ronda. Dice así:

Amo el amor que se reparte
en besos, lecho y pan.

Amor que puede ser eterno
y puede ser fugaz.

Amor que quiere libertarse
para volver a amar.

Amor divinizado que se acerca
Amor divinizado que se va.

Pero vuelvo a esas mujeres que me duelen. A aquella mujer a la que oí decir en el autobús: "Me arrepiento de no haberme separado antes (después de treinta años de matrimonio.) Me tuvo encerrada todo ese tiempo. Yo no tenía ni llaves de casa. No me separé antes por mis hijos." Eso sigue ocurriendo cerca de casa, en nuestro propio barrio. Salvemos a esas mujeres, a las de ahora y a las que están por venir. Comprendamos esos procesos, en los que muchas mujeres, también nuestras hijas, pueden caer.






martes, 5 de diciembre de 2017

Demonios tus ojos









Revisemos las coces.
Unas cuantas.
Hagamos una hilera con las ocasiones.
Unas cuantas más.
Descifremos las oportunidades vencidas.
Bastantes.
Rescatemos lo importante.
Tesoros bajo la alfombra.

El de la semana pasada, ojos de hierba.
El del fin de semana, ojos de mar.
El de antesdeayer, mirada de lanza.
El de ayer por la mañana, reptiliano,
oscuro,
traidor.

Sueños, fábulas, misterios, miedos,
y en algún lugar,
la amenaza de la muerte.

Huir de los demonios,
los de delante y los de detrás.
Los que esperan con las manos sangrando,
los que sueltan batiendo alas de murciélago,
los que esconden, sin mostrar, su corazón de hielo. 

Ninguna Reina de las Nieves les podrá igualar.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Ser madre a los 40




Entre las muchas maneras que una tiene de complicarse la vida, una de las más usuales es tener hijos. Se supone que el fin primero y último de la existencia humana es procrear, perpetuar la especie, pero con el paso del tiempo, de los siglos, ha ido ganando terreno la necesidad de estudiar, de tener un buen trabajo, de poseer una gran casa, de ser felices... Viajar, tener amigos, coleccionar amantes, cultivarse, ir a espectáculos, exposiciones, crear, se han ido sumando a las motivaciones para darle un sentido a la vida. Pero por muy realizado que te sientas y por mucho que busques, el santo grial de la felicidad sigue siendo nada más que un mito artúrico y tú acabas sintiéndote más Morgana que Ginebra, muy a tu pesar.

Los hijos son para algunos la salvación a una vida de vaciedad y desamor. Se convierten en una misión. Pero por muy heroína que te sientas, parir y criar no es nada extraordinario, las mujeres llevamos haciéndolo casi casi desde el principio de los tiempos.

Lo que no es tan usual, al menos según las estadísticas, es ser madre primeriza más allá de los 40. Estás más mayor y más cansada, pero se supone que eres más sabia, tienes más paciencia y te entregas más. Ya no te viene de aquí irte de fiesta o a cenar. Ni siquiera te importa no poder viajar al otro lado del planeta. Ya habrá ocasión, ahora se impone una vida de contención y casera, una vida austera, un alto en el camino para criar hijos que en el fondo crecerán y te dejarán de nuevo sola, para seguir con su vida.

Con el paso de los años una entiende que cualquier generalización no es más que una bobada. Enfrentarse a la crianza de los hijos sigue siendo un misterio, y por mucho que leas, hables, caviles, por muy madura que te sientas, esos seres de carne y hueso con mentes inocentes y despiertas se han instalado en tu vida para complicártela con pequeñeces, y para hacerte meter la pata diariamente por todo a lo que no llegas y por aquello que dices sin pensar, ¿Y si estaré creándole un trauma  a mi hijo?

Me acabo de enterar de que el drama que tengo cada día con la ropa de mi hijo pasa en otras casas. Primero fueron los calcetines, debían ser blancos, y si no estaban lavados, pues tres días con ellos puestos. Ahora son los pantalones, o azules o negros, sino cedo tenemos gritos, lloriqueos, llegamos tarde al cole y si me apuras al trabajo.

Hay quien opina que soy mala madre si cedo. Eso del club de las malasmadres me lo conozco, pero no compro; no voy a hacer bandera de algo malo, voy a intentar hacerlo mejor.

Y así estamos, en medio de negociaciones que provocan un sufrimiento innecesario, tan pequeñas que a nadie le importan. Pero son la guerra de guerilla de un niño de cuatro años que reclama la atención de una mamá a la que en ese momento le gustaría ser un muro de contención. Dejar pasar el chaparrón.

Mi agenda son ahora mis hijos, mi sendero y objetivo, mi lucha. Hay quienes luchan por fines más altos, quizá mas nobles, pero seguro que sus fines no le dan un besito de buenas noches de aquellos que desarman, ni le sorprenden cada día por lo rápido que aprenden ni por su perspicacia, ni duermen con caritas de ángel, ni les miras mientras respiran y aquello es mucho más entretenido que cualquier película de La 2. El misterio se revela cada día en forma de latido que te llega al cuello. ¿Es amor? Sí, señor, lo es.




viernes, 10 de noviembre de 2017

Recuerdos del Níger






¿No lo sientes?, el balanceo, la barcaza navega tan lentamente que casi puedes escuchar el lamento de los muertos. En la ribera, un hombre persigue una gallina flaca, que corre y revolotea como si ya supiera que su hora llegó. La mezquita de adobe contempla, impávida, la salida del sol. El silencio secuestra los pensamientos mientras los espíritus del fuego nos vienen a buscar.
Ibrahim reza en el lecho de la orilla, es Ramadán. Montamos las tiendas y el ocaso nos señala la lumbre de la hoguera. Nos sentamos en el manto de arena del sahel. Un hombre pasa por detrás montado en una bicicleta que renquea, se le ha salido la cadena. Unos metros más allá, los bozo montan su campamento. Cantan y bailan y son ruidosos. Pasan toda la noche así, antes de partir, para seguir pescando.
Las parvadas de pájaros planean sobre el Lac Débo, parecen detenerse en los humedales. Son miles, millones, no hacen ruido. Es un espectáculo impresionante, impresionante. Pellizcan tu cuello. Asaltan tu corazón. No sabes hacia donde se dirigen, pero querrías volar hasta alcanzarles.
En Niafunké nos dan de comer a deshoras, un sonido de kora nos envuelve. Aún hay quien llora la muerte de Ali Farka Toure, con esta guitarra tocó, allí aún vive su familia. Un oriundo songhai nos ofrece uno de sus cassettes envueltos en plástico, probablemente pirata.
La curva del Niger está lejos, no así los meandros. La pinaza se desliza suavemente; no hay prisa, recorremos nuestro sinuoso sendero hacia Timbuktu.
Dejamos atrás el Djoliba, como le llaman allí, el río de ríos. Es como si perdiéramos la protección. Como si nos dejaran en un extraño libre albedrío. Tomar tierra firme después de pasar tres días navegando no es fácil.
Allí, en Timbuktu, una vez más el tiempo no es tiempo, se diluye nuestra época. Los hombres azules nos miran, majestuosos. Arrodillados, pidiendo de comer, están los bella, dicen que sus esclavos. Un camello atraviesa la calzada. Apenas a unos kilómetros los pastores los manejan por manadas. Atraviesan el río de un lado a otro, buscando ¿pastos? La aridez del sahel apenas da para cuatro briznas de sequedad.
Tomamos el té a la afueras, mientras esperamos que caiga el sol. Contemplamos Timbuktu, la perla, muda, decadente, despierta. Hoy no ha habido lengua de fuego, estamos en época de lluvia, ni se ha despertado el harmattan.
Una ligera brisa silba, anunciando a un espectro que se detiene a observarnos.
                                           
                                                                                                                (CONTINUARÁ...)




lunes, 30 de octubre de 2017

Niñas quebradas








Se ha instalado la violencia en el ojo del huracán, simples y llanos los gritos, ahogados en la almohada. La ruleta empieza a rodar con el juego de cartas. El alma humana se vuelve humo negro, y atraviesa las huestes; madres, padres, ministros, contemplan ciegos el secreto, el espanto, tantos monstruos de golpe no pueden estar vivos.
Sé de la indecencia, incapaz de hacer nada. No puedo llamar a las puertas de aquella casa, ahora sólo hay sombras; un viejo roñoso mira pasar la vida y se detiene ojiplático en su mísero onanismo. Espera la muerte de su vida asquerosa y se enfrenta a ella como un vikingo. Destrozó una existencia y nunca le pasó nada. No merece vivir, y no se percata.
Una niña se agarra a la vida y su presagio es fútil, volátil. Busca la alegría en algún sitio y sólo descubre enfermedad. Es lento su caminar pero persiste, mira hacia arriba, intenta olvidar. Se apaga su amor cada día, se crece a destellos, lucha y decae con la misma fragilidad.
Nunca encontró su sitio, una calma, algo más allá de la soledad. Ahora es amada y la cuidan, pero siguen las ganas de escapar. Escapar de su cuerpo forzado y de la mente, volar. Insistir en esa búsqueda de la felicidad. Merecería tanto, tanto, triunfar. Borrarlo todo y volver a empezar. Invoca la salvación con la resignación de una heroína. Es tan valiente que asusta su fuerza. Nadie sabe como ella caer y volverse a levantar. Desafiar a la ruleta... Sólo le queda aprender a olvidar.



domingo, 29 de octubre de 2017

Al fin libres








¿Existe la libertad? ¿Soy libre? ¿Puedo serlo? ¿Qué es la libertad? ¿Le tengo miedo?

Soy libre para viajar, pero no lo hago porque me falta el dinero; soy libre para gritar, pero me da apuro, ¿qué pensarían de mi?; soy libre para cambiar de trabajo, pero no están bien las cosas, mejor esperamos a otro rato; soy libre para dar a mis hijos en adopción, pero ni de coña: no podría soportarlo.

No soy libre para andar desnuda por el barrio, ni para besar en la boca al primer chico guapo con el que me cruce por la calle, ni para quemar los juegos del parque, tan obsoletos, a ver si los cambian de una vez.

No tengo la libertad de prescindir del despertador, ni de comer, no puedo librarme del paso del tiempo, ni detenerlo, ni ahuyentarlo.

Soy libre de quererte, de olvidarte, soy libre para ignorarte. Soy libre para enfadarme. Para sentirme triste o para reír feliz.
No soy libre para decidir que ahora no, que no te mueras. Soy libre de girar la cabeza y hacer como si no existieras, para no sufrir.

Soy libre para dormir durante horas, para interrumpir tu descanso, para irrumpir en tu regazo. No soy libre para condenarte. Ni para juzgarte, ni para subyugarte.

Os veo libres, al fin libres. ¿Qué ha cambiado?, me pregunto. ¿Somos ahora más humanos? ¿Podemos hacer ahora más cosas que antes no hacíamos, o en realidad estamos haciendo lo mismo? Respirar, vivir, amar, follar, cuidar a los niños, envejecer... y finalmente morir. ¿Qué ha cambiado? En realidad, ¿algo, en lo profundo, puede cambiar?







domingo, 22 de octubre de 2017

Esperant l'hivern





Escolto de nou la remor de tempesta,
m'angoixa novament el teu parany,
l'absurd ignot, l'avís feréstec
que em fibla i em turmenta.
Mai cap absurd ha deixat de ser només això,
un absurd,
però sovint les mans esdevenen febles,
i el crit em mou,
trontolla la terra.
Sento la immensitat tant a dins meu,
la capsa és oberta.
Podem dir de nou que l'hivern ens espera,
flàccid,
perenne,
un raig de vida ens fereix,
ens empeny, ens arrossega.
Mor l'onada un altre cop,
sospir rogenc, paradís de foc.
Guaito l'hivern i no tinc por,
el fred és de pedra,
l'odi és vergonyós.
Sento l'infinit com cau a terra.
Declivi, errada, buidor.
Mira'm, no sóc cap llegenda.



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En castellano, versión libre.

Escucho de nuevo el rumor de tormenta, / me angustia otra vez tu trampa, / el absurdo desconocido,/ el aviso indómito / que me pincha y me atormenta. / Nunca ningún absurdo ha dejado de ser sólo eso,/ un absurdo, / pero a menudo las manos se vuelven débiles, / y el grito me mueve, / tiembla la tierra./ Siento la inmensidad tan adentro, / la caja está abierta. / Podemos decir de nuevo que el invierno nos espera, / flácido, / perenne, / un rayo de vida nos hiere, / nos empuja, nos arrastra./ Muere la ola otra vez, / suspiro cobrizo, paraíso de fuego./ Contemplo el invierno y no tengo miedo,/ el frío es de piedra,/ el odio es vergonzoso./ Siento el infinito como cae a la tierra./ Declive, error, vacío./ Mírame, no soy ninguna leyenda.





lunes, 16 de octubre de 2017

Silencio, se lee










Cuando era estudiante, vivía la mayor parte del tiempo en casa de mis padres, en un piso de no demasiados metros cuadrados. Cuando intentaba estudiar, llegaba perfectamente audible el sonido del televisor, y siempre salía derrotada en la lucha de que alguien tuviera a bien bajar el volumen.  Si en septiembre me tocaba repescar alguna materia -siempre había alguna en medio de mi juvenil vida disoluta-, la cosa era aún peor: era fiesta mayor, y allí estaba bien fresca para mis oídos la música de verbena, el griterío, los disparos de los trabucaires... Buscar el silencio era inútil.
En esa época me acostumbré a estudiar y a leer con la música de Bach, de Vivaldi, de Tchaikovsky. Luego descubrí que el silencio absoluto no existe, y aún más tarde comprobé que el silencio -o esa proyección de algo inexistente que entendemos por silencio- es también música.

A veces no resulta posible aplacar el ruido. Suerte tenemos de los maestros, del estoque de su grandeza, de la magnanimidad de su poesía. Bienvenidos al estremecimiento.







lunes, 9 de octubre de 2017

El amor verdadero






En la piel, aquello que importa de veras. Una historia de amor, por ejemplo. Cuando tu centro se desplaza. Han sido minutos, horas, días, semanas... se estaba cociendo como la remolacha. A veces basta un instante, y esa presencia invasora pasa a formar parte de tu hemisferio izquierdo o del derecho, no sé bien.

Piensas a todas horas y ese alguien se convierte en una presencia constante. Va detrás de tu hombro. Te acompaña a cada paso que das, en el metro, en la calle, en el súper, en el bar. Piensas que te observa, y es así como actúas.

Te invade el deseo, la separación duele. Cuántas veces habéis estado fines de semana enteros, abrazados. Sin comer, sólo fumando. Cuántas veces os habéis fundido en la misma risa, en las historias del pasado. Cuántas veces te ha explicado el libro que estaba leyendo, El Jugador, El Extranjero, La Insoportable Levedad del Ser. Cuántas veces te ha cantado al oído, te ha recitado el poema, te ha fotografiado con ropa y sin ella. Cuántas veces te has sentido como un niño, como una niña, frágil en su regazo, ahíto de su cobijo.

Pero luego llegan las tinieblas, el cansancio, los misterios del desencanto. La química afloja. Te repliegas mientras la llama tiembla. Comienzas a mirar hacia otro lado y puede que lleguen los gritos, o el silencio, o puede que aparezcan las infidelidades. Puede que apuestes por permanecer, puede que quieras irte. 

Comienzas a buscar de nuevo el mismo suspiro, el corazón brincando, una emoción menos insumisa, un encuentro verdadero.

La única certeza está detrás de la puerta... un fuego eterno espera, indeleble.




miércoles, 4 de octubre de 2017

Un día siniestro










Hoy puede ser ese día siniestro que, sin estar marcado en el calendario, cambia tu vida de un plumazo y todo pasa a ser diferente. Puede ser, por ejemplo, el día de tu muerte. Un coche que atraviesa a gran velocidad la avenida ha perdido el control y se ha montado encima de la acera, justo cuando tú estabas detenido ante el semáforo en rojo. No lo cuentas.

Aunque quizá el día no sea tan trágico, quizá sea hoy cuando recibas la carta de despido. Te lo estabas oliendo desde hace días. Tu jefe se mostraba distante, esquivo. La carta alega motivos económicos, pero tú apenas puedes leer las letras; las lágrimas no te dejan. Firmas "no conforme" debajo del "recibí", tal como tantas veces te han dicho los representantes del sindicato. "Claro que no estoy conforme", replicas. ¿Qué vas a hacer ahora con tu vida?

Pero puede que no te mueras, ni que te despidan. Puede que recibas la amarga noticia de que tu padre, o tu madre, se están muriendo. Que la quimioterapia no ha funcionado y que el cáncer avanza, sin remisión. Te preguntas si podrás soportarlo, de dónde sacarás las fuerzas. Meditas junto a tus hermanos si contárselo o no. "Más vale que no lo sepa", decidís tras una escueta deliberación.

Ese día aciago puede llegar también de una tubería rota en casa, que está inundando a tu vecino. Compruebas que es cierto el dicho: las averías siempre vienen de tres en tres. Se te estropea la cafetera y te quedas sin batería en el coche. "¿Por dónde empiezo?", te preguntas. E, ipso facto, te bloqueas.

Si bien quizá, sólo quizá, no te pase nada malo ni parece que te vaya a pasar. Pero sientes vacío, angustia, tristeza. La vida sólo te ofrece rutina y aburrimiento, y al día siguiente, te despiertas y sigues sintiendo desolación, desgana... Intentas cambiar algo y vas al médico. Te da una pastilla. La pastilla anula tu tristeza pero aumenta tu vacío. Preferirías que algo pasara. Aunque fuera malo. Y es entonces cuando te paras ante el semáforo y...





miércoles, 20 de septiembre de 2017

Para ti











Has hecho cosas buenas; me has dejado al libre albedrío de decisiones locas, y no he desistido... He tomado esas locas decisiones sin arrepentimiento.

Y no has sido tan severa conmigo. Me has dejado desconcertada, inquieta, incluso sin apetito. Me has ordenado en cierta manera parar, detenerme, pensar, tenerme en cuenta. Te has reído si ha convenido. Y también, si ha sido preciso, has buscado como aliado aquello que sé, lo que intuyo, la voz que me habla y que a veces busco, sin éxito.

Me has hecho triunfar a destellos, fracasar días enteros, titubear con resignación. Me has amargado la existencia y me la has salvado. Me has puesto en bandeja de plata la felicidad. Me has inyectado la tristeza. Me has hundido, me has levantado, me has definido y difuminado.

Pero a veces lo he visto claro, tan claro... Me has llevado por ese camino, DUDA, el de la sabiduría ocasional. Quiero saber, es simple, no hay nada estudiado. Quiero saber, quizá me equivoque. Pero al menos estoy en el intento...




sábado, 9 de septiembre de 2017

La banda sonora de un largo camino









Ésta es la continuación de la historia autobiográfica que publiqué hace unos días, sobre el exilio de mi familia. Toda la historia tiene una banda sonora, con algunas de las canciones que más escuché en la infancia, de la Nueva Canción Chilena. Son canciones que, a mi juicio, ayudan a entender cuál fue el ambiente y la sensibilidad que constituyó el caldo del cultivo del triunfo de la Unidad Popular. Y también para entender el porqué fue tan doloroso el ver truncado ese sueño de mejora de las clases más desfavorecidas, en una sociedad con fuertes diferencias sociales. Añado una pequeña explicación de cada tema, con algunos datos que ya tenía y otros que he tenido que buscar. La playlist acaba con tres maravillosas representantes de una novísima canción chilena, aunque, advierto: la he hecho colaborativa y es probable que vaya creciendo con las aportaciones de otros chilenos y chilenas a los que quiero invitar a participar.




1. Arriba en la cordillera, de Patricio Manns. Escrita en 1965 e incluida en el álbum “Entre mar y cordillera”. Está inspirada en el contacto real que el cantautor tuvo con arrieros cordilleranos, pasando junto a ellos por el paso de Atacalto, en los 50.

2. La carta, de Violeta Parra. Una de las recopiladoras y divulgadoras de la música popular más fundamentales de todos los tiempos escribió "La carta" tras ser avisada de que su hermano Roberto (dramaturgo, escritor, músico, folclorista y cantautor) había sido apresado. Era una época de injusticia y de abuso de las clases deprimidas, de la que se hace perfectamente eco la mítica folclorista y cantautora fallecida en 1967.

3. Volver a los diecisiete, de Violeta Parra. Pese a haber sido la autora de dos de los cantos a la vida más conmovedores de todos los tiempos, esta canción y "Gracias a la vida", Violeta Parra decidió quitarse la vida pegándose un tiro en la sien. Mi madre me contó que era muy enamoradiza, y que se suicidió tras un fracaso amoroso. Solo ella sabe, en realidad, cuál fue el motivo.

4. Te recuerdo Amanda, de Víctor Jara. Una voz, una historia y una guitarra; no hace falta nada más para trasladarnos a un relato desgarrador. Una canción que se explica por sí sola de uno de los cantores más maravillosos de todos los tiempos. De forma obsesiva e ignominiosa los militares le persiguieron y acabaron con su vida, tras infringirle horribles torturas. Desde entonces es un símbolo.

5. El derecho de vivir en paz, de Víctor Jara. Canción protesta, de 1971, en contra de la feroz intervención estadounidense en Vietman.

6. Vientos del pueblo, de Víctor Jara e Inti-Illimani. Una canción triste, premonitoria, en plena crisis política y que anticipaba el alzamiento armado. La canción incluye unos versos de Miguel Hernández, de un poema homónimo.

7. Venceremos, de Quilapayún. Himno de la campaña presidencial de Salvador Allende, en 1970. 

8. El pueblo unido jamás será vencido, de Quilapayún. Interpretada por primera vez en directo en 1973, tres meses antes del golpe, se convertiría en uno de los himnos de la resistencia y, su estribillo central, en uno de los lemas más universales de todos los tiempos.

9. Canción final de la Cantata de Santa María de Iquique, de Quilapayún. Obra cumbre de la nueva canción chilena, de Luis Advis. La cantata incluye dieciocho partes entre relatos, canciones e interludios, y está basada en la matanza de la Escuela Santa María de Iquique, acontecida el 21 de diciembre de 1907, donde 3.600 obreros de las oficinas salitreras fueron asesinados por el Ejército de Chile durante una protesta. He escogido la canción de despedida, pero recomiendo escucharla entera a quienes no lo hayan hecho aún.

10. Tatati, de Inti Illimani. Los rescatadores del folclor popular no sólo se sumaron a la oleada de la protesta política y social, sino que también fueron capaces de generar éxitos que se convirtieron en mainstream, como esta extraordinaria pieza instrumental de 1972.

11. Titicaca, de Quilapayún. Los dos grandes grupos de la Nueva Canción Chilena parecían diferenciarse, según opinaban algunos de sus seguidores, por el virtuosismo de Quilapayún con las voces y de Inti Illimani con los instrumentos. Este tema popular demuestra que la distinción no era del todo justa, y que los Quilapayún también se desenvolvían estupendamente bien en las piezas instrumentales.

12. El mercado de Testaccio, de Inti Illimani. Ésta es una de las composiciones que explican el por qué, si tuviera que elegir entre ellos o Quilapayún, me quedo con Inti Illimani. Este tema de 1981 es una creación en el exilio italiano de la banda, es la melancolía pero es también la integración, la fusión y el amor por la tierra de acogida. Me emocionó llegar un día en Roma al Mercado de Testaccio, el barrio en el estaba alojada. Me causó una gran impresión.

13. Vuelvo, de Inti Illimani. Otra de esas canciones que se explican por sí solas, sobre el retorno, el olvido, el perdón, la derrota... Una canción sobre el fin del exilio, escrita por Patricio Manns y Horacio Salinas. El destierro no logró agotar su grandísimo talento.

14, Todo cambia, de Mercedes Sosa. Probablemente sea ésta la pieza que más identifica a los hijos del exilio. Escrita por Julio Numhauser, quien fuera fundador de Quilapayún y que posteriormente estuvo exiliado en Suecia. Por lo visto la letra es una versión libre de la pieza "Muda la vana esperanza", de autor anónimo, según explica el blog  Si Yo Cambio Todo Cambia. El tema fue recopilado por Juan Alfonso Carrizo (1895-1957), uno de los más grandes investigadores argentinos de la tradición oral, en su “Cancionero popular de Salta” publicado en 1933. Además de la letra y la música, hay que subrayar la interpretación magistral de Mercedes Sosa, una artista enorme (para mi, su "Alfonsina y el mar" es la mejor de todos los tiempos).

15 y 16. Lonquen y Canto Libre, de Francesca Ancarola. Nacida en 1968, Ancarola es una digna heredera de los padres de la Nueva Canción Chilena. Estas dos piezas de su  disco de tributo a Víctor Jara las he colocado juntas ya que no entiendo la una sin la otra, tienen una hermosa continuidad.

17. Yo enterré mis muertos en tierra, de Camila Moreno. De entre todos los artistas citados, esta intérprete es la que más se acerca a la música que escucho en la actualidad. La conocí con la fantástica "Te quise", pero ésta que he incluido me ha parecido más apropiada para la playlist. Camila Moreno es muy joven, nació en 1985, pero es una cantautora extraordinaria.

18. Identidad,de Vasti Michel. Otra cantora llamada a actualizar la nueva canción, que debutó a los 30 años. Que las novísimas incluidas en esta lista sean mujeres no es casualidad; ya que la mamá fue Violeta Parra, es justo reivindicar a sus hijas.



Y eso es todo, aunque debo advertir, que esta lista es colaborativa. Están invitados a participar los integrantes del grupo Hijos e Hijas del Exilio, si les apetece dar a conocer sus canciones de infancia, o a los nuevos artistas que han conocido con posterioridad.

Como guinda, añado una versión de "La carta" muy especial, del grupo Holden. Se trata de un grupo de París, ya disuelto (o al menos dormido) bastante conocido en Chile, que tiene "casualmente" como cantante a una de mis mejores amigas de toda la vida, Armelle. Es una versión que, personalmente, me encanta; espero que a los que la oigan también les guste.



lunes, 4 de septiembre de 2017

Chile 1973: El largo camino del exilio


Yo, con el uniforme del kindergarten





Yo, una vez, tuve una patria. Nací en un país largo y estrecho, y tuve una primera infancia feliz. Mi primer recuerdo lo tengo de un terremoto, cuando me quedaban pocos meses para cumplir los tres años. He buscado la fecha exacta para escribir esto y me he asustado: fue justo veinte años antes de la muerte de mi madre, el mismo día y casi a la misma hora (sino fuera por la diferencia horaria.)

Mi madre y mi padre, conmigo de bebé
Mi madre, Monserrat, era española, mi padre, Alejandro, es chileno. Nací en Santiago, pero crecí en Quillota, en la Región de Valparaíso. Mis abuelos, emigrantes españoles en Chile de cuando la hambruna posterior a la Guerra Civil (mi abuelo luchó en el bando republicano, resultó herido y acabó en prisión), se instaló junto a mi abuela en el barrio capitalino de Esperanza. Allí creció mi madre, adónde llegó con cinco años. Nunca olvidó su infancia, a sus compañeras, el colegio, su felicidad. Una de sus mejores amigas de por aquel entonces, Lupe, se convirtió años más tarde en mi madrina. Cuando murió mi madre, cumplimos su deseo de esparcir sus cenizas por el camino que iba de su casa a la escuela, aunque tuvimos que hacer la ruta a la inversa. Creo que nos lo perdonará.

Mi hermano y yo con mis abuelos, Agustín
 y Puri
Mi abuelo consiguió un trabajo en una imprenta, donde llegó a convertirse en encargado. Le precedió su fama de español responsable y trabajador. Mis abuelos lograron construirse una casa con patio y garaje en Renca, al lado de las callampas santiaguianas (barrios de chabolas), muy cerca de donde en 1973 fue asesinado el sacerdote catalán Joan Alsina... fue la casa que yo conocí. Mi abuela, que era de un pueblo de Navarra (Artajona), criaba allí a sus gallinas. Recuerdo una vez que asistimos a cómo le retorcía el cogote a una gallina, la desplumaba y nos las comíamos. No sé si fue antes o después, mi hermano y yo la encerramos en el gallinero. Es más que probable que fuera en represalia de la escena que nos había hecho vivir. También en esa casa me mordió el perro, y me pillé los dedos en la verja de hierro.


Mi abuelo Alejandro,en el centro, en una comida del Partido Radical,
y mi abuela Clotilde

Con mi familia vivíamos en la calle Yungay, de Quillota, y yo iba al Kinder garten (guardería), donde a la maestra la llamábamos "tía." Allí conocí a mi primer novio, Pablito. Sólo recuerdo que mi enamorado no tenía pelo, que me cogía de las manos y que me decía cuánto me quería. Si Pablito supiera que aún me acuerdo... Mi abuela Clotilde tenía una peluquería, vivía en la casa en la que creció mi padre, en la calle Bulnes. A mi abuelo paterno no llegué a conocerlo (escribiendo esta historia, mi padre recién me ha contado que mi abuelo fue dirigente del Partido Radical, en Quillota. Se llamaba Isidoro Alejandro Navarrete Vera, y en la foto que me envió mi padre aparece junto al candidato presidencial de su partido, Julio Durán, en 1961, Murió un par de años antes de que yo naciera).

Yo, con mi muñeca, en el destartalado patio de casa
En mi casa también teníamos patio, aunque muy destartalado, y muchas veces venían nuestros vecinos a jugar, cuando no íbamos nosotros a su casa. En una de esas visitas recuerdo haberme metido en la boca una mosca muerta para probar su sabor. No lo intentéis.

Yo era la mayor de mis primos, maternos y paternos, por lo que únicamente conocí a mis primos de Concepción; el resto no habían nacido, o quizá eran aún bebés. Lo cierto es que, un día, esa infancia se truncó.

Mi padre, licenciado en Historia y Geografía y profesor, trabajaba por aquel entonces en INDAP, en la educación de los campesinos a los que se dieron las tierras expropiadas en el marco de la reforma agraria, impulsada por Frei y consolidada en época de Allende. Ese intento de acabar con el latifundismo formó parte del combustible del Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, entre otros motivos de sobras conocidos.

Ese trabajo y alguna traición de por medio fue lo que llevó a mi padre a la cárcel, al consejo de guerra, al extrañamiento y al exilio político. Esto último, a él y a su mujer e hijos.

Entre mis vagos recuerdos están los mítines políticos, y no sé si de forma real o alimentada por lo que supe después, creo haber respirado el entusiasmo de una nación que en esos días quería contribuir a crear un mundo nuevo, desde el socialismo moderado de Allende -Pablo Neruda, el candidato del Partido Comunista, le cedió encantado el liderazgo de la Unidad Popular.

Yo en ese tiempo no conocía a Víctor Jara, pero me sabía de memoria el "Soy Rebelde", de Jeannette. Tenía cuatro años. La cantaba frente al televisor en el comedor de casa. El mismo comedor en el que desarrollaba mi extraña afición por comer papel. Desde su ventana, un día vi aparecer a mi padre acompañado por dos militares, llevando a cuestas su colchón.

Yo sabía que mi padre había estado en la cárcel; con mi madre habíamos intentado llevarle una olla con comida, creo que sin éxito. No sabíamos cuando iba a volver a casa, y mi madre desconocía si estaba siendo torturado, como sí ocurrió con otros presos. Mi padre tuvo suerte. Quillota era un pueblo pequeño, y entre los que le apresaron, había algún que otro excompañero de colegio.

La alegría de tener a mi padre de vuelta duró poco. Creo que, con buen juicio, cambió su pena de extrañamiento (destierro interior) por el exilio, a propuesta del fiscal militar. Mi madre era española, lo que facilitaba las cosas. El extrañamiento suponía el riesgo de ser de nuevo apresado en cualquier momento, con el peligro -esta vez sí- de ser torturado, o desaparecido.

Fue en ese preciso instante cuando comencé a perder mi patria.

Mi padre subió al avión escoltado por dos militares, el 9 de febrero de 1974, el mismo día que cumplía 31 años. Al respecto, me cuenta mi padre mientras intentamos contrastar lo que yo recuerdo que él me contó con lo que ocurrió en realidad: "Los conscriptos que mandaron los milicos a escoltarme al avión (con el típico teatro de los fachistas) eran muy jóvenes, haciendo el servicio militar obligatorio (con 18 o 19 años). Recuerdo que uno de ellos me preguntó en voz baja si le podía pasar algo a su hermano 'prisionero' en el estadio nacional. No recuerdo qué le contesté, supongo algo para tranquilizarle. Es curioso, él llevaba una metralleta en sus manos, y no podía hacer nada para salvar a su hermano (mataron a muchos de estos jóvenes por preguntar por sus parientes prisioneros)".

De la mano de Joan Casañas, un "cura obrero" de Agermanament y posterior cofundador del centro de estudios Cidob, que vivió unos años en Chile, llegó a Sabadell. Allí esperó mi padre nuestra llegada. De ese tiempo fue la primera anécdota divertida. Le preguntaron, en la casa en la que le acogían: "¿le gustan las judías?" Él se quedó perplejo y respondió: "¿rubias o morenas?" En Chile a las judías se las conoce como porotos.

Mientras preparábamos nuestra partida, nos quedamos en casa de mis abuelos en Santiago.
Cédula de identidad chilena
En esos días empecé a sentir el miedo, con los disparos, de noche, durante el toque de queda. Mi abuelo me quiso tranquilizar enseñándome la pistola que guardaba en el velador (de cuando era oficial en el ejército republicano). Creo que entonces aún sentí más miedo.


Muchos años después, leí unos versos de Neruda que me resultaron premonitorios, aunque los escribiera en el Madrid de las bombas de la Guerra Civil. El mismo dolor y las mismas sensaciones:

Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!

("Explico algunas cosas")

Mi hermano Alex y yo, en el
Donizetti
En abril de 1974 embarcamos en el Donizetti, transatlántico italiano (comimos pasta todos los días) con el que llegamos 24 días después al Puerto de Barcelona. Allí nos recibió mi padre y la estatua de Colón, además de las familias que nos ayudaron en los primeros tiempos (Caba, Torrella, Casañas...). No volveríamos a Chile hasta dieciocho años después, los mismos que mi padre pasó sin ver a su madre.

Se calcula que la cifra de exiliados políticos fue de doscientas mil personas, aunque hay fuentes que doblan la cifra o que incluso se refieren a un número que se acerca al millón. Supongo que las diferencias estriban en si se cuentan a los exiliados en exclusiva o se suman también a los miembros de sus familias, quienes también fuimos expatriados. No está mal para un país que por aquel entonces contaba con menos de once millones de habitantes.

Los destinos fueron muy diversos, aunque para mi sorpresa, España no está en la lista de los ocho principales países de acogida de los exiliados chilenos, lista que ocupan Argentina, Estados Unidos, Venezuela, Canadá, Francia, Italia, Suecia y Australia.

Imagino que una de las principales razones de que esto fuera así fue porque España estaba aún sumida en las tinieblas del franquismo, de que no era fácil huir de un alzamiento fascista para ir a parar a un país aún con dictadura. En mi mente de niña, aún recuerdo el impacto que nos causaban las furgonetas llenas de grises, y del susto que se llevaba mi madre cada vez que mi hermano pequeño, para provocar, gritaba en la calle a voz en grito "amnistía y libertad".

"Missing", de Costa-Gavras
Pero también el exilio chileno, nuestro exilio, fue bien recibido por la corriente de simpatía que había despertado el gobierno de la Unidad Popular y también por los desmanes del dictador Pinochet y del apoyo criminal de los Estados Unidos (como bien relata Costa Gavras en "Missing."). Esa corriente de simpatía ha durado hasta ahora; siendo adulta, sientes aún el apoyo de quienes estuvieron al corriente de todo lo que ocurrió en Chile. Y luego estuvo Garzón, y las investigaciones periodísticas... pero no anticipemos.

Pese a todo el apoyo, a la buena acogida, no dejábamos de estar en un país extraño y lejos de nuestra familia. Vivíamos con nostalgia, con melancolía... La niña despierta y segura de sí misma que fui se fue apagando. Nada más llegar engordé varios quilos, por el cambio de alimentación, imagino. Llevé muy mal a los que ahora considero escasos episodios de invitaciones para regresarme a mi país durante las disputas en el patio de la escuela. A veces, mis compañeras me llamaban india. Cuando se lo conté a mis papás, mi padre me dijo que les explicara a mis compañeras que yo era una princesa india, ya que mi padre era un toqui mapuche. Lo que nunca supo mi padre es que yo sí creí ser realmente una princesa india. Supongo que lo conté con tal convicción que mis compañeras lo creyeron.

Muchos años después, me pregunto si era una niña marginada o me marginé yo misma; el caso es que recuerdo ser una niña tímida, apocada, con miedo. Esa inseguridad la tuve que trabajar, mucho, en la edad adulta; especialmente cuando seguí mi vocación y me convertí en periodista.

La música fue, quizá, el contacto más cercano y real con lo que habíamos dejado atrás. La conciencia de que pertenecía a una familia chilena y de izquierdas. La explicación de lo que había pasado y por qué. Crecí escuchando a Víctor Jara, Quilapayún, Inti-Illimani... Recuerdo llorar muchas veces cuando escuchaba la Cantata de Santa María de Iquique, y si la memoria no me falla, uno de mis primeros conciertos, sino el primero, fue de un grupo chileno.

Con el tiempo llegó la poesía de Neruda, su maravillosa autobiografía ("Confieso que he vivido") o la biografía de Víctor Jara, no menos impactante. Esos eran mis escasos contactos de niña y adolescente con la cultura chilena. Con la familia, los contactos eran también arduos, difíciles; durante muchos años enviábamos las cartas certificadas y muchas veces llegaban abiertas, o no llegaban. Hablar por teléfono era carísimo, y se escuchaba fatal. Lo hacíamos sólo una vez al año, por Navidad. Mis abuelos españoles venían a pasar temporadas, a veces muy largas, pero eran españoles y a mi abuelo le daba más por hablar de la Batalla del Ebro que por contarnos cosas de Chile. Nadie en Chile en esas épocas podía llegar a imaginar los desmanes de Pinochet, su instinto asesino, las crueles historias que padecieron los detenidos, los ejecutados y los desaparecidos. Eso sí lo sabíamos más o menos los que estábamos fuera, pero no había forma de explicarlo a los que continuaban dentro.

A mi padre el cónsul de Chile en Barcelona, tras una disputa y después de tacharlo de antipatriota, le "obsequió" con una L en el pasaporte. Eso significaba la prohibición absoluta de volver a Chile. Mi padre compartía ese dudoso "honor" con la viuda de Allende o con el cineasta Miguel Littín. No eran más de veinte mil personas las que estaban en esa lista. El retorno no fue posible hasta el fin de la dictadura.

La ventaja de estar en España, país con el que compartíamos idioma, no era del todo así. Estábamos en Catalunya, donde se habla en catalán y donde estudiábamos en catalán. Pero yo en mis primeros años, infancia y adolescencia, nunca llegué a convertir el catalán en mi primera lengua. Al principio, yo me aferraba a mi lengua materna como un marinero al mástil de un barco zozobrando para no naufragar. "Qui perd la llengua, perd la identitat", me apoyó una vez un compañero de instituto, independentista. Para mi fue un choque cuando volví a Chile en 1991 y descubrí palabras como "cachai", la "pega" o descubrí la existencia de la chicha o el piscola. ¡Qué poco chilena me sentí! En ese momento tomé conciencia de no ser de ninguna parte, y de todo el mundo en general.



Con el Juez Guzmán,
mi padre y yo
Fue precisamente tras el fin de la dictadura cuando me reencontré, aunque fuera parcialmente, con mi "chilenidad". Cuando empezamos a conocer a cuentagotas la identidad de los cadáveres sin identificar, cuando la sociedad chilena fue comenzando a salir del sopor de la dictadura, cuando se publicó el Informe Rettig con el listado de crímenes y violaciones de los Derechos Humanos o cuando el juez Baltasar Garzón (a quien seguiría los pasos el juez Guzmán años después, en Chile) comenzó a perseguir al criminal Pinochet y a abocarlo a un arresto domiciliario. Me enorgullece saber que una parte de todo ese terror desvelado, que ayudó a que la sociedad chilena despertara, tiene que ver con el trabajo de personas a las que conozco bien. Muntsa Tarrés y Patty Parga tuvieron un papel fundamental en el reportaje sobre el fusilamiento de Joan Alsina, en el que por primera vez un militar pinochetista confesaba su crimen por televisión. Es difícil no quedar conmocionado cuando uno escucha los testimonios de ese reportaje televisivo. Casi diez años después, en 2007, sentí la misma emoción al ver el reportaje de "La funa de Víctor Jara", realizado entre otros por Nélida Díez, hija y hermana respectivamente de dos de las personas que más quiero en el mundo: Pilar (Cuca) y Montse.

Mi 11 de septiembre es distinto al de los catalanes, y al del 11-S en Estados Unidos. Mi 11 de septiembre fue el fin de un futuro que no sé cómo hubiera sido. Me arrebataron a mi familia, a mi país, cambiaron mi destino. Mis padres perdieron lo mismo, y además, tuvieron que volver a empezar. Perdieron su coche, la casa que estaban construyendo en el precioso pueblo de Limache, su confianza en el ser humano, a sus amigos... Todo lo que quedó les cabía en dos enormes baúles de madera pintados de color rojo. ¿Murió mi madre, a los 46 años, de melancolía?

De ahí llegamos a hoy día, justo cuando estoy escribiendo este post. Patty, que vive ahora en Bruselas, me agrega al grupo cerrado de facebook "Hijas e hijos del exilio Chile, víctimas directas de la dictadura", grupo que se creó (creo) en julio pasado y que en apenas un mes ha logrado cerca de mil integrantes, hijos e hijas del exilio de todas partes del mundo, también retornados. En el grupo, ellos se presentan, cuelgan sus fotos y cuentan su historia. Historias desgarradoras que yo no estoy autorizada a explicar pero que debería conocer todo el mundo. Son historias de hambre, desarraigo, dolor, muertes prematuras, racismo, bullying... Algunos de los testimonios de esa diáspora se pueden encontrar en la web Memorias de Exilio, pero todavía queda mucho por contar.

En lo personal, espero que todos entiendan que nunca, jamás, censuraré a nadie por intentar llegar a Europa huyendo de la miseria, como hicieron mis abuelos al instalarse en Chile. Ni que nunca, jamás, apoyaré los impedimentos para acoger a los refugiados de cualquier condición y origen. El mundo tiene que cambiar.






Historia de un oso (en inglés: Bear Story) es un cortometraje animado de 2014, dirigido por Gabriel Osorio y producido por Patricio Escala.2​ Fue ganador de la categoría mejor cortometraje animado en la 88.ª edición de los Premios Óscar. (Fuente: Wikipedia). Basado en una historia real de prisión, exilio y desarraigo durante la dictadura chilena.




* Nota: Este post se lo dedico a todas las personas citadas y, muy especialmente, al millar de #hij@sdelexilio que acabo de conocer, de todas partes del mundo, una cifra que va creciendo. Les invito a tod@s ellos a dejar sus testimonios en los comentarios, ni aunque sea anónimamente, para que la gente sepa, conozca, hasta qué grado el alzamiento fascista el Chile alteró a centenares de miles de vidas. Se lo dedico también a mis hijos, aunque son muy pequeños aún para entender esta historia.

* Nota 2: Como no podía ser de otra manera, este post tiene banda sonora. Estará lista este fin de semana, poco antes del 11-S.