domingo, 29 de octubre de 2017

Al fin libres








¿Existe la libertad? ¿Soy libre? ¿Puedo serlo? ¿Qué es la libertad? ¿Le tengo miedo?

Soy libre para viajar, pero no lo hago porque me falta el dinero; soy libre para gritar, pero me da apuro, ¿qué pensarían de mi?; soy libre para cambiar de trabajo, pero no están bien las cosas, mejor esperamos a otro rato; soy libre para dar a mis hijos en adopción, pero ni de coña: no podría soportarlo.

No soy libre para andar desnuda por el barrio, ni para besar en la boca al primer chico guapo con el que me cruce por la calle, ni para quemar los juegos del parque, tan obsoletos, a ver si los cambian de una vez.

No tengo la libertad de prescindir del despertador, ni de comer, no puedo librarme del paso del tiempo, ni detenerlo, ni ahuyentarlo.

Soy libre de quererte, de olvidarte, soy libre para ignorarte. Soy libre para enfadarme. Para sentirme triste o para reír feliz.
No soy libre para decidir que ahora no, que no te mueras. Soy libre de girar la cabeza y hacer como si no existieras, para no sufrir.

Soy libre para dormir durante horas, para interrumpir tu descanso, para irrumpir en tu regazo. No soy libre para condenarte. Ni para juzgarte, ni para subyugarte.

Os veo libres, al fin libres. ¿Qué ha cambiado?, me pregunto. ¿Somos ahora más humanos? ¿Podemos hacer ahora más cosas que antes no hacíamos, o en realidad estamos haciendo lo mismo? Respirar, vivir, amar, follar, cuidar a los niños, envejecer... y finalmente morir. ¿Qué ha cambiado? En realidad, ¿algo, en lo profundo, puede cambiar?







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