miércoles, 5 de julio de 2017

Un verano con nieve en casa


Llega el verano, y también, llega el momento de atisbar la esperanza de encontrar una resolución en aquello largamente postergado. Ver a un amigo, pintar la casa, suplir a un amor por otro. Hacer más cosas con los niños, ordenar las fotos, disfrutar del aire libre y dormir, dormir tanto que en mucho tiempo no hará falta recuperar el sueño.

Llega el verano y te das cuenta de que tu felicidad se trunca ante la imposibilidad de otros, o ante la inevitabilidad de las circunstancias. Tu amigo no está en la ciudad, los niños no te dejan dormir, y no te llega el presupuesto para la pintura. El amor no llega. Hay tantas imágenes que en dos minutos desistes, te abruman las casi dos mil fotos. Y entonces apagas el ordenador, coges la toalla y te vas a la playa, o las gafas y te plantas en la biblioteca para tomar prestados ocho libros, de entre los cuales sólo leerás dos, los más livianos.

Llega el verano y te das cuenta, que pese a la luz y al calor, te sientes frío, y ves la vida pasar esperando un cierto bienestar que casi nunca llega. La felicidad es aquello esquivo que siempre postergas y que dejas para mañana, para cuando llegue ese día en que conozcas a alguien, crezcan los niños y tengas la casa pintada, ordenada y limpia. No cuentas con que al día siguiente se desordena y se vuelve a ensuciar. Ni que el verano se acaba y que el frío interior gana la lucha dejándote paralizado.

Ves la vida pasar y, al mismo tiempo, lo ves todo  al ralentí. Las injusticias no se resuelven y el mundo no sólo no es mejor que antes, sino que es peor. Te rodean personas tóxicas y reina la insensatez.  Los cambios llegan, sí, pero sólo en forma de pérdida. Pierdes el trabajo, pierdes a compañeros, pierdes la esperanza y el amor. Te revuelcas cada día en la pérdida y en la insulsa nostalgia, como en una obsesión.

No acaba el hambre en el mundo, sino que crece, el cambio climático no se detiene, y las fronteras no se derriban, sino que aumentan. No se acaban las guerras. Nacen bebés sin destino, condenados a una tristeza violenta.

Y aún así, a pesar de todo y de todos... Te levantas cada mañana, y continúas. Cada minuto que pasa se resuelve con pequeñas alegrías, pequeños triunfos. Estás vivo y eso es lo que cuenta.



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