sábado, 30 de diciembre de 2017

Miscelánea 2017













I

Nada que decir, huyen las miradas.
Ni el grato recuerdo de lo que fue es capaz de alimentar un nuevo fuego.
Se alejaron las luciérnagas para no volver.
Algún espíritu oculto pende aún sobre el invierno, caen las hojas y la niebla se estrella contra la realidad.
Panaceas cóncavas piden su sitio, pero en el infierno ya no cabe nada más; han cubierto el cupo.

5 de enero de 2017


II

Un día, abandonada al libre albedrío de las olas de la conciencia, detendré mi mente, mi espacio, mi tiempo, y te encontraré esperándome sin más vestido que tu pasión.
Y entonces te abrazaré como si hacerlo fuera lo único que tuviera sentido y, así, enlazados, destruiremos cualquier duda o remordimiento, y nos fundiremos en un beso eterno como si la espera nos hubiera alimentado para siempre.

15 de enero de 2017


III

Y al fin, el amante descubrió entre las sábanas las cenizas de mil colores de las alas de una mariposa. Mientras intentaba recordar qué es lo que había pasado, su corazón intentaba parpadear. Se paraba y se encendía como un interruptor. Le faltaba el aliento mientras se encogían sus ganas de llorar; en realidad la mariposa no había muerto, había pasado a mejor vida, sus alas aleteaban en otra dimensión. Lo que no pudo el amor lo pudo el fuego.

30 de marzo de 2017


IV

Si nos ayudamos, en este invierno de nubes opacas intentando fundirse en claroscuros, llegará la primavera hundiéndose en mares de pétalos de un rojizo indecente,
y como quien no quiere la cosa convertirá en lodo el beso de los amantes, y ese lodo nos devolverá una luna más brillante, iluminando una figura frágil; la de una pareja haciendo el amor dulcemente como si nada pudiera poner fin al placer, ni las dudas, ni el desinterés, ni el desasosiego. Ni nada ni nadie quebrará ese deseo. Lo llaman amor, pero es vida.

3 de abril de 2017


V

Perfidia, el gozo sin alambre, insulso, dos huellas y tres presentimientos, sucumbo a esta inundación de desconcierto; creo que me desintegro.

Duda en el requiebro.

24 de abril de 2017


VI

Y crezco sin permiso de hondonadas vacilantes
Aquellas que cubre el destino
Las que sumerge un solo adiós.
Instauro la pena perpetua y me quedo en la orilla de esta mañana, desmantelada y poderosa,
Mil cuervos aguardan con los pétalos de la ira crujiendo y con los cimientos del desprecio entrelazándose, en una danza desfavorable, en una caída sin fin.
El trapecio se balancea con lentitud.

25 de abril de 2017


VII

Como en un llanto imperceptible, discrepo en mil batallas, mis
contradicciones son miles, mueren en mí y en mí nacen.
Esta lucha insoportable no se agota, me devora, el fin justifica los medios sólo a veces, no ahora, cuando ruge el convento lleno de monjas que dicen: sé fiel, no protestes.
Muerta en vida vivo sin muerte, oigo, camino, difumino esperanzas y me repliego ante la duda.
Esta clarividencia tan insensata me agrede.
No hay puertas suficientes para huir de la locura.

25 de abril de 2017


VIII

Un corazón no puede estar hecho jirones, no me convence.
Si acaso puede estar apaleado o maltratado, confundido, desordenado, pero nunca atrapado por la autodestrucción.
Un corazón no deja de latir sin más.
Deja de hacerlo cuando toca, eso es todo.


25 de abril de 2017


IX

Suelo levantar expectativas, me entusiasmo como un niño, me entrego, me coloco en el punto de mira, me miento.
Pero luego me sublevo, me retiro, me asusto, me rebelo. Me enfrío.
Me largo. Me vuelvo esquivo. Desaparezco.

25 de abril de 2017




Eres un planeta desconocido, allá donde se sumergen  los lirios, y el cielo se abandona dejándose roer entre huracanes; las gotas de bruma oscurecen los párpados de los pájaros.
Tu mundo y mi mundo divergen,
En el ensueño de esta madrugada confundo la fantasía con esta fanática necesidad de amarte.
Mi planeta y tu planeta ni se tocan, ni se encuentran.

26 de abril de 2017


XI

Más que asustada, mi peso se bifurca. Temo a las réplicas, insisto en mantener este pudor, en desarrollarme como una sirena, sin alas y sin piernas, perdida en esta tierra ignota paciente y valiente en sus usos y costumbres, acomplejada, vetusta.
Los insultos me hieren, el momento de emerger, el de reconocerse como una criatura sin futuro.
Falsa es la comprensión, inexistente la empatía. Pudimos haber sido uno solo pero insistimos en bañarnos en este afán de sumergimiento,  que solo nos condena al lamento, a la desaparición.

26 de abril de 2017


XII

La memoria improbable de las pequeñas cosas,
El rastro invisible del juego de pelota.
Sentir vuestros cuerpecitos de madrugada
Cuando os acercáis a mi cama
Pasáis brazos y piernas encima de mí.
Sois mi prolongación, mis manos, mis ojos, mis pensamientos.
Os descubro y me descubro.
Sois mi existir, y ahora mismo, no hay nada más placentero que abrazaros.

27 de abril de 2017


XIII

Es normal ser impreciso, titubear. Acogerse al beneficio de la duda si es que la duda tuvo alguna vez algún beneficio.
Es normal darse la vuelta si no hay convencimiento.
Si el amor no es sincero.
Si no puede con todo.
Resulta habitual regodearse en los miedos,
permanecer en silencio cada vez que hay delante algo impropio, poco perfecto.
Suele ser usual confirmar que sin placer también se vive, que uno solo se basta y se sobra, que el amor en realidad no existe, que incluso Dios nos abandona.
Todo es pura invención.

27 de abril de 2017


XIV

Las derrotas ahuecan aún más el agujero del alma.
Aquel que te traga cuando te marchas.
El que no deja rastro de ti.

27 de abril de  2017


XV

No saber
Si el espanto está cerca o lejos
Si el grito de la mañana acaba por apagarse
Si el miedo es una elección
Si son una lección las lágrimas
Lejos de acongojarte
Sigues adelante pese al desconsuelo
No hay nada que te salve
No hay nada que nos salve de esta tristeza tozuda, desesperante

1 de mayo de 2017


XVI

Mañana, antes de que despiertes, habrás olvidado cualquier signo, cualquier recuerdo, cualquier huella. Te habrás dejado succionar por el olvido, y nada de lo sabido, nada de lo vivido, valdrán nada.


1 de mayo de 2017


XVII

Hemos flotado en pensamientos cuyos dueños se esfumaron, vívidos y perpetuos.
Nos dejaron ideas yermas para que florecieran de nuevo, y no saben el vacío que provocaron, no lo saben.
Fueron esos dueños del pensamiento, esos primeros filósofos, los que se dejaron acongojar por dudas que aún nos acongojan, y humildes, nos legaron dilemas en los que nos hundimos como se hunden los pies en el barro.
No hay batalla más perpetua ni laberinto más intrincado, quiénes somos, adónde vamos, y finalmente, vale la pena?

2 de mayo de 2017



XVIII

Cierras tu casa aunque esté vacía, no hay nadie en la puerta, nadie llama. Misterios incluso más insondables que el miedo quemaron la entrada, y quedó yerma. No hay nadie que quiera darte la mano, sentir tu cuerpo en un abrazo, soltarte un beso entre los labios. No hay nadie que remueva tu corazón herido; te lo tengo dicho, la sensación va y vuelve, como la marea. Esa obstinada tentación de creerse perfecto, de ser el mejor, el más bueno, se está riendo por dentro. Cubres tu resignada presencia con una manta. Cae el invierno. Y, aún así, es primavera.

31 de mayo de 2017


XIX

Te dije que volveríamos a cobijarnos en cualquier sitio, que dormiríamos sin el ruido de los planes incumplidos, que nos abrazaríamos en el quicio de esta mañana. Te dije que hundiríamos penas y remordimientos, que quitaríamos del mismo cielo las nubes de la tormenta, que cubriríamos la luna de nuestras miserias, que bailaríamos cualquier canción mientras fuera nuestra. 
Te dije que el amor no existía.
No me creíste.

10 de septiembre de 2017

XX

Basta permanecer, con una única salvedad: los viles juicios del denostado infierno interior. Finjo que tengo alguna opción en la partida, pero lo prometo; será la última vez.

10 de septiembre de 2017

XXI

No hay arma más poderosa en este mundo que el infierno interior.

10 de septiembre de 2017


XXII

Y un beso. 
Y la verdad amarga del desvelo. 
Y esta ruta empedrada, y la congoja reclamando aire, 
y viento, y lluvia. 
Y el vencer sin lucha. 
Y el valer sin precio. 
Y permanecer, sin derrota, sin falsedades. 
Le escondo mi rostro al invierno, le reclamo un gramo de verdad. 
El frío en la cara. 
La certeza amarga. 
La ciénaga escondida, la de las victorias. 
La del infinito. 
Allí donde cada uno busca su sitio.

9 de octubre de 2017


XXIII


En este estadio me siento pequeño, como un ente invertebrado, fuera juicios, conclusiones, fuera aspavientos, deconstrucciones. Todos saben, todos hablan, todos poseen una verdad incontestable y hay quienes, a oscuras, se refriegan  las manos porque todo va sobre lo previsto.
Lo previsto es lo de siempre. 
Siempre ganan los mismos. 
Siempre ganan los mismos.

15 de octubre de 2017


XXIV
Hay un amago de época convulsa, luces de normalidad, y de nuevo el cambio cautivado por el olvido, y la esperanza secuestrada, y el gemido de un niño. Le oculto a mis lobeznos que nada es brisa, que todo es viento, que huyamos adonde huyamos nos siguen los mil tormentos, los de quienes viven con vacío y desamor, los de quienes olvidan lo puro, lo frágil de un respiro. 
Le paso mi armadura a un niño y ésta centellea, doy un paso de pobre y otro de rico, y no soy nadie, mi destino es ignoto y el deseo es impío. No busco permanecer, sólo la impronta, y no es tan fácil... ¿Qué elijo? 

29 de noviembre de 2017


XXV
Duele la sinrazón quejosa.
Hay un lago. 
Demasiado tarde para intentarlo, el oleaje es espeso y las piernas, no responden.
Huyo y en mi huida conjuro a los Dioses, imbatibles, disconformes.

19 de diciembre de 2017


Nota: Esta entrada tuvo una primera parte que recogía algunos pensamientos y escritos (no me atrevería a llamarlos poemas) anotados en el bloc de notas del móvil durante el primer semestre del año. Pasados seis meses más ahí van unos cuantos escritos nuevos, que añado.






martes, 26 de diciembre de 2017

Nacimiento (con dolor)







La imagen que ilustra este texto es una de esas estampas más o menos virales que nos recuerdan que estamos en Navidad. Su autora es la fotógrafa británica Natalie Lennard, y la imagen representa el nacimiento de quienes ustedes y yo sabemos, el hijo de Dios hecho carne y hueso. El suyo es, probablemente, el nacimiento más representado de la historia de la humanidad, y sin embargo, nunca antes nos habíamos hecho una idea tan exacta de cómo pudo ser, en realidad, la llegada a este mundo de Jesús de Nazaret.

Hay una señora que ha ido a un colegio del Opus Dei que ha escrito un artículo en el que sostiene (en un tono pretendidamente de guasa, pero que no hace demasiada gracia)  que Lennard "ha metido la pata hasta el rejo" ya que María no sólo fue concebida por obra y gracia del Espíritu Santo (ese desdoblamiento tan poco empírico de nuestro reivindicado Creador), sino que además parió sin dolor y que, para acabarlo de complicar, tras hacerlo continuó siendo virgen. Pues menuda suerte la suya.

Ese "regalito" pudo ser quizá un acto de compasión del Dios Todopoderoso, anticipándose a los sufrimientos y penurias de María, que no sólo pudo ser tachada de adúltera sino que vio morir a su único hijo en la cruz. Pero ese Dios Todopoderoso no siempre ha sido compasivo; si hay que buscar a un culpable, él es el responsable de que las mujeres tengamos que parir con dolor. He aquí una de las traducciones de la maldición que nos lanzó desde el Génesis: " A la mujer le dijo: «Cuando tengas tus hijos, ¡haré que los tengas con muchos dolores! A pesar de todo, desearás tener hijos con tu esposo, y él será quien te domine»." En fin (con frases como ésta entiendo porqué soy atea).
  
A mi esa imagen de María pariendo en el establo me evoca muchas cosas, muchísimas. El primer recuerdo sea quizá el de una película. Una mujer paría a solas detrás de un arbusto, en cuclillas, sin gritar, sólo gimiendo. Colocaba las manos bajo su pubis y así recibía al neonato, ensangrentado. Cortaba con los dientes el cordón umbilical y luego limpiaba a su hijo con las hojas y ramajes que encontraba alrededor. Lo envolvía en un pañuelo y seguía su camino. Supongo, sólo supongo, que antes debía esperar a expulsar la placenta. Que la imagen me pareciera a mí realista no significa que lo fuera.

A veces pienso que me hubiera gustado parir así, de modo salvaje, como los animales. Pero he pasado por eso y bendigo la epidural que me pusieron, la bendigo, aunque también la detesto.

Soy adulta y sé que el dolor del parto no es un castigo divino, sino un peaje que debemos pasar las mujeres a cambio de la posición bípeda. El estrechamiento de la pelvis nos ayuda a caminar bien, pero nos complica el parto, y también la maduración cuando nacemos. Ni siquiera nuestro cráneo puede estar del todo formado para poder atravesar el canal del parto. Todo tiene un sentido, un por qué... incluso esa dolorosas contracciones con las que culminamos hasta nueve meses de experiencias varias (a veces penurias), y una transformación física inaudita, que a veces conlleva secuelas más o menos duraderas.


Tal como ya nos anticipó el Todopoderoso, el embarazo y el parto tienen bien poco de feminista. Hay mujeres a las que encanta o les ha encantado estar embarazadas, pero no me cuento entre ellas. Desde luego no estoy defendiendo el embarazo artificial o la selección de embriones a lo Aldous Huxley en "Un mundo feliz", pero en tiempos modernos como son los nuestros, ambas vivencias son a menudo fuente de inseguridades e inferioridades.

Me voy a centrar, sin embargo, sólo en el parto, ese acto natural que con la entrada en acción de la epidural se ha convertido en uno de los temas más controvertidos de la maternidad. La epidural es en sí misma un milagro, pero todo lo que la rodea es tan cuestionable que muchas mujeres ya llevan un tiempo optando, con resignada devoción, por el parto natural.


Sólo al parir entendí lo que significaba la excesiva medicalización. Renunciar al dolor significa aceptar la oxitocina (la anestesia interrumpe las contracciones, con la oxitocina por vena las recuperas) y te obliga a colocarte las correas para controlar el sufrimiento fetal y qué se yo... todo está muy estudiado y justificado pero ahí estás tú, queriendo moverte, atada a una cama mientras vete tú a saber si tu hija está encontrando el camino hacia el oxígeno o no. La matrona, sin mediar palabra, incluso a veces te rompe las aguas; al final no sabes si aquello es una sala de maternidad o una fábrica de nacimientos en cadena. Eso es así especialmente si se te ocurre parir en luna llena. Tú has llegado ahí tan feliz, con tu plan de parto en la mano, y acabas pariendo, fíjate tú qué casualidad, justo al término de la jornada laboral de tu comadrona, sin haber decidido nada y sin rechistar. Aunque puede que las cosas estén cambiando; se descartan las episiotomías sistemáticas y quién sabe si hay menos césareas. Pero a las mujeres no nos dejan parir de cuclillas sino es en los hospitales de parto respetuoso, y ya no digamos parir en casa, como en otros países, en los que si no hay complicaciones te mandan la comadrona a casa.


Difícil elección. Parir con dolor, con todo lo que eso conlleva de preparación (si quieres minimizarlo) o "pasar por el aro", abandonada a tu suerte y más o menos mejor atendida dependiendo del equipo que te toque (con el riesgo de escuchar comentarios del tipo "pero cómo te puede doler tanto, si sólo has dilatado x centímetros. Al cabo de media hora ya has dilatado entera.) O trasladándote a otro hospital, que no te toca por zona, dónde te han contado que practican el parto respetuoso.

¿Qué pensarán de nuestras tribulaciones las miles de mujeres que mueren al día en el mundo durante el parto? Mujeres que, como María, deben parir en establos, sin garantías. Pero con un parto natural y en cuclillas. ¿No podemos encontrar un punto medio, por Dios? ¿O es demasiado pedir?









jueves, 14 de diciembre de 2017

Cuando el amor romántico no es amor








Escribo estas líneas con la esperanza de que algún día mi hija las lea, mi hijo también, pero especialmente mi hija. Lo hago después de ver una película sobre violencia machista titulada "Indefensa", un retrato muy crudo y bastante fiel de un maltrato continuado durante catorce años. Y lo hago además en la culminación de un año en el que, por diferentes circunstancias y casualidades, me he interesado por entender los ciclos del maltrato y la personalidad de los maltratadores, descubriendo una realidad de la que aún tenemos mucho que aprender y en la que falta muchísimo trabajo de información y prevención. Como en todo, la detección precoz te salva la vida.

Ese interés mío por las relaciones nocivas me ha hecho topar con un término escueto, pero que no hay que perder de vista: "banderas rojas". Si hay alguien que te aleja de tu familia, critica a tus amigos, te retira de los estudios, te recluye en casa y te cambia el vestuario para que no estés demasiado sexy y que los demás no te miren... Hay que huir, correr sin pensarlo y alejarte de esa relación por siempre jamás. La teoría está muy bien y está muy clara, pero en la nebulosa de todas las relaciones personales (sean del tipo que sean) intervienen otros factores como la inseguridad, la inmadurez, la falta de autoestima, la inexperiencia, el miedo a la soledad y sobre todo y por encima de todo, el enamoramiento y el amor. Este último factor no es baladí; altas torres han caído en nombre del amor -la más segura, experta, inteligente y madura de las criaturas-, especialmente si el maltratador utiliza sagazmente sus tácticas: la disonancia cognitiva (hoy te apaleo, mañana muero por ti), la indefensión aprendida, el chantaje emocional, la amenaza (de dañar o quitarte a los hijos, por ejemplo) o el control económico. El símil de la telaraña es muy bueno y es real.

Para llegar a todo eso es absolutamente necesario que alguien te haya echado el lazo, haya creado un vínculo y te haya reclutado, para desplegar más tarde su personalidad más perversa. Ese enganche se llama amor. Y no encuentro otra manera de decirlo de forma suave, pero: el amor romántico ha hecho estragos. Los príncipes azules, el amor para toda la vida, las medias naranjas. No voy a demonizar al amor ni voy a negar su existencia, y menos yo, que me he comportado a ratos como una enamoradiza recalcitrante... Pero sí quiero advertir sobre sus peligros. El discurso del amor es a veces ese árbol que no deja ver el bosque. Un bosque de terror, de infelicidad y de muerte segura.

Lo cierto es que, en temas de amor, cualquier racionalidad está casi siempre fuera de lugar. Ya no sólo hablamos de sentimientos y de emociones, sino de endorfinas, de feniletilamina, de drogas muy potentes que crean una gran adicción. También hablamos de deseo, de sexo; el amor es sin ningún tipo de duda el mayor de los afrodisíacos.

Tenemos pues promesas de felicidad y de compañía eternas, y procesos químicos que intervienen para mantenernos enganchados (procesos que dicho sea de paso no duran siempre, afortunadamente.) En ese contexto se plantan los maltratadores. Como he dicho, intervienen otros muchos factores, pero el simple hecho de pensar de que existe y que además somos merecedores de un amor completo y total, de un amor entregado e incondicional, de una fantasía que al final sólo existe en los cuentos de hadas, no ayuda a esas mujeres heridas a escapar. Eso que parece una certeza da una idea equivocada de utopía, de cambio. En la película mencionada se ve muy claro.

Como antagonista de ese rol de príncipe ardiente y amoroso está la dama sumisa y entregada, agradecida por ese regalo que la salva del desamor. Y si el caballero la pega es porque algo ha hecho mal. Sólo haciendo las cosas mejor merecerá de nuevo su amor. Y así el caballero no sólo la deforma con sus palizas sino que la somete con la culpa. No hay escapatoria. Prevalece el riesgo de ser devorada.

Y en fin, yo que crecí leyendo poemas enormemente románticos, de amor y sobre todo de desamor, y escuchando canciones de corazones rotos, y conviviendo con las historias de mujeres que murieron por amor, fueran ciertas o no (Alfonsina Storni, Violeta Parra, Elis Regina, Marilyn Monroe), y sumergiéndome en Wagner, el más romántico de los románticos (dicen que creía en el amor como redención)... yo, al fin y al cabo, quisiera aprender a educar en otro tipo de amor, en el amor sereno, en el amor sencillo. Aquel que, como decía Vicent Andrés Estellés, no pide demasiadas cosas, sólo un acompañamiento. Aquel que no conoce de monogamias, ni compromisos, aquel sin condiciones, con respeto y aceptación, sin humillaciones.

Neruda, otro de esos románticos referenciales, seguramente un machista y con certeza un polígamo (por lo que he leído no un "polígamo sucesivo" sino un "polígamo simultáneo") escribió algo que leí de adolescente y que aún me ronda. Dice así:

Amo el amor que se reparte
en besos, lecho y pan.

Amor que puede ser eterno
y puede ser fugaz.

Amor que quiere libertarse
para volver a amar.

Amor divinizado que se acerca
Amor divinizado que se va.

Pero vuelvo a esas mujeres que me duelen. A aquella mujer a la que oí decir en el autobús: "Me arrepiento de no haberme separado antes (después de treinta años de matrimonio.) Me tuvo encerrada todo ese tiempo. Yo no tenía ni llaves de casa. No me separé antes por mis hijos." Eso sigue ocurriendo cerca de casa, en nuestro propio barrio. Salvemos a esas mujeres, a las de ahora y a las que están por venir. Comprendamos esos procesos, en los que muchas mujeres, también nuestras hijas, pueden caer.






martes, 5 de diciembre de 2017

Demonios tus ojos









Revisemos las coces.
Unas cuantas.
Hagamos una hilera con las ocasiones.
Unas cuantas más.
Descifremos las oportunidades vencidas.
Bastantes.
Rescatemos lo importante.
Tesoros bajo la alfombra.

El de la semana pasada, ojos de hierba.
El del fin de semana, ojos de mar.
El de antesdeayer, mirada de lanza.
El de ayer por la mañana, reptiliano,
oscuro,
traidor.

Sueños, fábulas, misterios, miedos,
y en algún lugar,
la amenaza de la muerte.

Huir de los demonios,
los de delante y los de detrás.
Los que esperan con las manos sangrando,
los que sueltan batiendo alas de murciélago,
los que esconden, sin mostrar, su corazón de hielo. 

Ninguna Reina de las Nieves les podrá igualar.