jueves, 6 de julio de 2017

Violencia machista en la puerta de casa

Lo que ha pasado esta noche en mi calle pasa cada noche en muchas casas. Un hombre ataca  a una mujer porque en vez de pensar que pueden comunicarse de igual a igual, y resolver las cosas con tranquilidad, la trata con la superioridad física y con la supuesta superioridad moral de la que ostentan todos los machistas.

La mujer de mi historia es mi vecina y madre de un amiguito de mis niños. Tiene otra bebé de apenas dos años, lleva siete en el país, y casi no habla el idioma. No tiene papeles. Es negra, y es mujer. No existe a mi juicio mayor fragilidad en el mundo. Su corazón llora (lo repite desde hace tiempo) harta de insultos y de amenazas de muerte. Pero hasta ahora no se ha atrevido a denunciar; hasta ahora...

Las amenazas se han convertido en violenta rabia después de que ella haya denunciado. El hombre ha pasado a las manos y su intención era venir a buscarla hoy con un cuchillo. Por suerte está a salvo. No sé por cuánto tiempo.

Esta noche pasada han dormido en mi casa. Cualquiera puede imaginarse la sucesión de acontecimientos: la policía, el llanto, la ansiedad, el hospital. Pero es imposible meterse en la cabeza de esos niños. La pequeña ha llorado echando de menos a su mamá, tan indefensa, pero tan poquito rato... Luego se ha dormido. Esa mujer es lo único que tienen en el mundo y su padre la está descalabrando, machacándola con una muestra de odio tras otra. Y ella, manteniendo el tipo con tropezones que la han llevado esta semana dos veces al hospital. Está sin dinero y pronto sin casa. ¿Cómo aguanta?

Ésta es la historia de muchas calles y de muchas casas. Pero vivirlo de cerca impacta. ¿Cómo huir a tiempo de una situación tan venenosa? Ahora ya es tarde para saberlo. Pero a mi protagonista, espero, la aguarda una nueva vida sin tristezas y en compañía de sus pequeños, lejos, espero, de ese hombre incapaz de amar y de respetar, podrido por dentro.







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