domingo, 21 de enero de 2018

Yugoslavia, 2018


Tengo recuerdos muy opacos de aquella vez en Belgrado, de camino hacia Grecia, hace casi treinta años.Conocimos a un grupo de universitarios que recitaban a Lorca en español. Nos llevaron de fiesta por la ciudad, bebimos y bailamos toda la noche. La cerveza era fuerte y barata, las botellas grandes.... Cambiamos dinero y nos dieron un millón, nuestro primer millón. Descubrimos una pequeña tienda de vinilos, y allí compré tres veces más barato que aquí el "War", de U2. Yugoslavia era un país. La guerra en los Balcanes estaba a la vuelta de la esquina. Nuestros amigos ya nos hablaron del enemigo, sin empatía, con desprecio. Muchas veces me he preguntado si les mandaron al frente, si salieron de allí vivos. Ya no volvimos a saber de ellos, no nos llevamos ni una sola dirección. Yugoslavia ya no existe.

Les recuerdo ahora, en 2018, cuando se cumplirán cien años del fin de la I Guerra Mundial, cuando nació Yugoslavia. Ese año cambió algo más, se inició una nueva etapa, el viejo mundo se moría y dio paso al nuevo. Cien años más tarde ese nuevo mundo es algo más que un ocaso, algo más que un destello. Es una especie de herida que se va agrandando, la herida de las desigualdades, del desconcierto. No hay nada nuevo, es cierto. Siempre ha sido así. A veces hemos creído que los de abajo, podíamos cambiar esa energía. Pronto hará 50 años del Mayo del 68. Del haz el amor, y no la Guerra, del "We Shall Overcome" de la época. Hemos ido dejando por el camino esa esperanza, ese regocijo, y seguimos en un mundo de diferencias y de conflictos. Seguimos celebrando las llegadas de los nuevos años. Y recordando aquello que pasó, ya fueran revoluciones, o fueran ilusiones, como algo que pasó, dispuestos a olvidarlo.





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