martes, 8 de agosto de 2017

Un martes en la poza

Poetas desnudos se encuentran en la poza.
El agua está fría, y se les eriza el vello. Sus pies se balancean por encima de los troncos.
Las trampas del amor florecen bajo la cascada.
Son cuatro, prietas sus carnes. Sonríen y se regodean diciendo sus versos a duermevela.
Buscan a mujeres de agua, a musas incandescentes, de perfiles blancos, de almas voladoras.
De repente un grito indolente se restriega entre las ramas, luego un rayo alcanza el cielo mientras la luna se sumerge en las nubes, pesados los párpados...
Es noche de perseidas, un martes más se arroja al pantano; la paz se vuelve recóndita, suena un piano. Dios, si es que existe, está hoy con Esbjörn.

Tengo un secreto. Mi Dios es el camino a tus brazos.
A ambos lados del sendero emergen los cráteres, y a veces estallan, la furia de la lava quiere alcanzar mis pies pero huyo; la distancia se alarga, el paisaje mejora.
Las luciérnagas evitan mi paso.
Cuando alcanzo la poza ya casi es de día, los cuatro poetas duermen y aprovecho para susurrarles al oído, bien bajito, los nombres de las constelaciones que he visto.
Casiopea, prístina y pretenciosa, me lanza efluvios de tomillo y lavanda.
Ellos comienzan a despertar. El día me niega, una vez más,la existencia.
Me diluyo mientras se dibuja la misma sonrisa perversa en el agua.

(Leer con la música)


No hay comentarios:

Publicar un comentario