martes, 22 de agosto de 2017

El tiempo, ¿inexorable?









El tiempo, ese villano. No le doy poder y, sin embargo, me lo arrebata... Vosotros tenéis los relojes, nosotros el tiempo. En África se para el tiempo y ni tú envejeces, ni yo envejezco.

El tiempo, el terapeuta. Aquel que todo lo cura; las más graves heridas, los más sentidos pésames, las pérdidas más desgarradas. Los mayores atrevimientos. Las más cínicas venganzas.

El tiempo, el relativo. Aquel que no existe y que a la vez me convierte en esclava. Aquel cuestionado por la física cuántica. El que se amolda y cambia. El que rápidamente pasa. El que es tan lento que da rabia.

El tiempo, el inescrutable, el insoslayable, el imparable. El tiempo de las máquinas y el de los destinos modificables. El de las masas, el de los ricos. El tiempo de las revoluciones, de los cambios. El de los llantos y el de los niños.

El pasado, el presente, el futuro. El presente que ignoras y el futuro que te pasas la vida esperando. El presente que atraviesas procrastinando. El pasado que te persigue, el que pesa, el que transformas sin reparo. El que te deja huella. El que te deja sin fuerzas. El que adoras y guardas junto a tu lecho, pero que en realidad aún no se ha ido; se está yendo.




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